Un amigo nunca te dice la verdad. Mienten quienes afirman lo contrario; es decir, tus amigos. El papel del compadre es el de solapar, excusar, aplaudir, corear el gol, la mentada, traerle ganas a la comadre, pero nunca (NUNCA) el de conciencia pepegrillesca. Analicemos ese caso, el de Pinocho: si el mentiroso niño de madera le hubiese hecho caso al insecto acusador, aquel no hubiera conocido a sus camaradas cirqueros, raterillos, huevonazos, ni hubiera nunca ido a aquel lugar en el que se la pasó tan poca madre, ni hubiera sido tirado al mar. Por lógica, no hubiese sido tragado por la ballena y, para terminar, no hallaría a Gepeto en su inerior. Lo que nos lleva a la conclusión de que, si Pinocho le hace caso a Pepe, un día se hubiera encontrado con la noticia de que, además de no ser de carne y hueso, era un niño huérfano. No es necesario profundizar en el papel de la mentira en la base de toda convivencia humana. Todos sabemos que es verdad que somos mentirosos. Sin el engaño no existiría la conquista amorosa. Sin conquista amorosa no hay encamamientos. Sin éstos últimos no hay hijitos. Y sin hijitos, pues no hay humanidad.Volmamos a aprovecharnos de las analogías: la Verdad sería (es) una violación.¿Quién quiere saber la Verdad? ¿Para qué serviría? Imaginemos una conversación entre dos amigos en la que la honestidad prevaleciera:
- Pues sí, Pedro, siempre he pensado que eres un cobarde que se la pasa buscando excusas para culpar a todo el mundo de tus limitaciones.
- ¡Qué curioso, Julián!, yo siempre he creído que eres un pobre pendejo con ínfulas de psicólogo.
- Bueno, eso se explica porque tu limitada concepción de las cosas te lleva a proyectar tus traumas en mi persona.
- Tu persona es lo que más me molesta, Juliancito. Tiene el mismo olor agridulce que despide tu puta madre.
Como se podrá ver, la Verdad es un factor de enfrentamiento entre los integrantes de una sociedad. Lo que en realidad queremos decir cuando afirmamos que “deseamos un mundo en paz” es que deseamos que todo mundo se vaya a la mierda y deje de jodernos con su prescencia. “Mi amor al prójimo radica en soportarlo a mi lado”, dijo Nietzsche, quien, por decir tantas verdades, terminó recluído, separado y más chiflado que una cabra.Así que no nos hagamos tontos y démosle a la Mentira su verdadero valor cohesionante. Aceptemos que sin ella vivir sería simplemente imposible. Porque a quien más mentimos es a nosotros mismos, diariamente, a todas horas. Nos mentimos para seguir en ese trabajo imbécil, para estudiar carreras inútiles, para soportar la imagen en el espejo, para continuar durmiendo con quien odiamos, para no jalar del gatillo, apretar la soga, abrir la llave del gas. Nos mentimos, en fin, para que la Verdad no nos aplaste como los piojitos ridículos que somos.La “verdad social” es esa: la gran mentira que evita que Pedro y Julián se asesinen mutuamente y que puedan seguir brindando en medio de las carcajadas de cualquier bar.Total, si no me quieren creer, pregúntenle a su mejor amigo.
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